Dieric (Dirk) Bouts the Elder “Infierno” (Hell), 1450.
Son las ocho y Gula repta por el
pasillo, cual bestia cebada en exceso, sorteando todo tipo de basuras
en el frío suelo, avanzando hacia el templo griego de aluminio
marmóreo que custodia el néctar y ambrosía de los mortales.
Solo que la nevera contenía restos
humanos, banales alimentos primarios y demás porquerías.
Gula llevó a cabo el mayor esfuerzo
del día, y alzó su brazo de globo elástico para coger lo que
parecían los restos de una tarta. Abrió la boca cuanto pudo, y con
sus manos de cuchara prehistórica, engulló el primer pedazo. Al
estar sus papilas gustativas muertas, Gula no sintió placer al
tragar, no fue consciente del color verde que empezaba a colonizar su
pastel, y lo fue devorando todo hasta que desapareció, sin hacer
caso a los gritos de sus entrañas.
No contento con eso, Gula decide, en un
acto más físico que intelectual, coger más comida.
Después de vaciar el templo, Gula cae
al suelo. Yacía sobre su propio vómito, alfombra de seda
deshilachada cuando Belcebú aterrizó a su lado; aún inconsciente,
lo sostuvo como pudo y ambos volaron hacia el infierno. No hizo falta
mediar con Caronte.
Cuando Gula despertó, aún sentía
hambre. Estaba atado a una plancha de hierro candente, y siete
pequeños demonios traían bandejas de pululantes gusanos.
Abrieron su boca enorme, túnel maldito
de vapores pestilentes y cebaron a Gula hasta la saciedad.
Ya no sentía hambre, sentía dolor;
pero sus súplicas se enmudecían con los rugidos del Diablo y los
gritos de los demás condenados y pecadores.
Cual puertas del infierno, el estómago
de Gula se cerró, pero no contentos los demonios, siguieron llenando
el pozo putrefacto, pestilente de las mayores pequeñeces y
porquerías pesadas.
Gula sentía que explotaba, el dolor le
consumía de tal manera, que ya gritar era en vano.
Allí, en el infierno, en las entrañas
de la tierra, entre fuego y miedo, Gula sintió deshacer su enorme
cuerpo en mil pedazos, de colores y texturas diferentes, acabando con
el ciclo de sus actos, dando ejemplo a los demás condenados,
cumpliendo con su castigo.
Junto al diablo, un cerdo sonríe
mientras devora beicon, y los pequeños demonios se disponen a buscar
nuevas almas pecadoras.