viernes, 26 de julio de 2013

Siete de febrero, de 2013.



-Dime algo que aún no sepa de ti, le preguntó el marido.
-Nunca te he dicho que experimento un placer muy intenso, casi como un orgasmo, cuando los rayos del sol acarician mi nuca.

El marido sonrió y se acercó a la mujer; le apartó su larga melena y dejó al descubierto el esbelto cuello, moteado de lunares, desnudo y blanco. La besó allá donde el sol la besaba, y ella sintió estremecer todo su cuerpo.

-Nunca me habías dicho eso, de saberlo hubiera secuestrado al sol, le amputaría unos cuantos rayos, y los guardaría en un cofre para ti.
-Y al abrirlo esparciría todos los males de la tierra.
-Sí, excepto la esperanza, rió el marido.

La mujer se levantó y fue a por el regalo que había guardado celosamente en el armario. Aún estaba desnuda, llevaban tantos días en la cama, que no sabían qué hora era, ni recordaban si habían hecho el amor por la noche o por la mañana.

El marido la esperaba en la cama, expectante. Abrió el regalo y sonrió a la mujer.
-¿Dónde están mis rayos de sol? Preguntó ella.

Él señaló su entrepierna y rió a carcajadas al ver la cara de la mujer, que parecía enfadada.
-¿No tienes un regalo para mí? ¿Es que has olvidado qué día es hoy?
-Es siete de febrero, de 2013.
-¿Y bien? ¿Dónde está el sol?
-Se ha ido hace un momento.
-Creo que lo sabe.
-¿Qué sabe?
-Que yo no soy tu mujer.



2 comentarios:

  1. Magnífico relato; un diálogo chispeante donde se perfilan las diferencias de apreciación masculina y femenina, una sorpresa final que desentraña el porqué de los distintos intereses. ¡Felicidades!
    Besos.

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    1. Muchas gracias por tus halagadoras palabras Francisco.
      Un beso.

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